jueves, 16 de junio de 2011

Un paseo para recordar...

Jueves, 16 de junio de 2011

Y TERMINÓ TERCERO...

Llegó la hora... el curso se acaba, ya solo queda un año, si lo pensamos bien, dos períodos más de agobiantes exámenes y seremos libres... En primer lugar, libres de esta Universidad que tanto nos ha desmotivado en muchas ocasiones, pero también libres para decidir, libres para trabajar por los demás, libres para llevar a cabo nuestros proyectos y nuestros deseos en la vida.

Es hora de recapitular, y de echar la vista atrás a lo que parecía que no llegaría nunca, el final de curso; es hora de despedir el blog como asignatura de intervención socioeducativa y ver qué ha pasado en este año.

Lo primero que tengo que decir, es que estoy sorprendida de mí misma por haber conseguido sacar adelante el blog; ya el año pasado tuve una experiencia similar con otra asignatura que no salió demasiado bien, más que nada porque no encontraba ninguna motivación ni nada por lo que escribir. Tenía el miedo de que este año las cosas fueran por el mismo camino pero decidí no dejar pasar los días sin escribir nada, y una vez que empecé a hacerlo, le fui encontrando “el gusto”, sobre todo al ver que mi trabajo se leía y se corregía; que no pasaba de largo.

Esta asignatura me intrigó bastante desde que empezó el curso, pero no guardé muchas esperanzas, porque ese mismo sentimiento lo había tenido en anteriores ocasiones y la materia se enfocó tan sumamente mal, que nos desmotivó muchísimo al ver que podríamos haber aprendido grandes cosas con otra metodología de trabajo. Sin embargo, en el caso de intervención, el hecho de hacernos reflexionar sobre lo que veíamos y más aún, el hecho de haber visto POR PRIMERA VEZ y de forma separada, cada uno de los colectivos con los que podemos trabajar, sus características, sus peculiaridades, su historia, y demás, ha sido increíble.

Increíble porque me ha abierto las puertas a cosas desconocidas para mí y me ha ayudado a comprender la realidad en su amplio abanico de posibilidades, entendiendo que una buena intervención, no se basa en solucionar un caso en concreto, sino que solo es la “punta del iceberg”; creo que ese es uno de los aprendizajes más importante que me llevo de este curso, el saber que no existen problemas estancos, con un principio y un fin, sino que todo está conectado. Lo único que elegimos como profesionales es por donde empezar a intervenir, pero nada más; no podemos quedarnos es un aspecto, pues nuestra intervención no habrá servido de nada, las personas son seres con una dimensión física, psicológica y social, y es necesario abordar las tres para que nuestra intervención pueda dar algún fruto y la persona pueda reinsertarse y rehabilitarse en la sociedad.

Echándole un vistazo a las entradas que he ido realizando en este curso, he podido apreciar una evolución en mis conocimientos y más allá incluso, en mi forma de ver la vida y mi trabajo como profesional. He pasado por momentos en los que pensaba que iba a poder con el mundo entero, otras veces me he desilusionado al ver que teníamos las manos atadas con lo poco que nos dejaban hacer, he sentido rabia, frustración, decepción, pero también esperanza, ilusión y ganas de propiciar un cambio. Todo ello creo que me ha hecho crecer y madurar, dejar de pensar que todo es fantástico y darme cuenta de toda la “mierda” a la que voy a tener que enfrentarme, pero: Lo siento, eso no va a poder conmigo.

Creo que en este curso, he aprendido a conocer las reglas del juego, a saber de qué dispongo y de qué no, y por supuesto, a hacer con lo poco que tengo, la mejor intervención posible, con y para las personas, no sobre ellas.

He aprendido a valorar la perspectiva preventiva, sobre todo con los menores conflictivos, he aprendido a “parchear”, a no estereotipar, a comprender que cada persona es única, y por tanto que cada una verá su vida y sus problemas de forma única, por lo que la empatía es una condición indispensable para ayudarla; por ser profesionales no somos mejores, la persona, directa o indirectamente siempre nos va a decir qué es lo que en el fondo necesita, solo tenemos que aprender a escuchar.

Pero también es necesario cambiar la mentalidad de la sociedad, intervenir con los que creen que nada necesitan, porque son los peores, son los que perpetúan este sistema y caen en el individualismo extremo, que no casa en absoluto con una sociedad y con un ser humano que es social, y que está hecho para vivir con otros y por tanto preocuparse por ellos.

Nos enfrentamos a la falta de delimitación profesional, a la falta de coordinación entre profesionales, a suplir las funciones de otros y a que las propias nuestras se pisen, pero lo que no nos puede faltar es la ilusión, la ilusión y la esperanza utópica en que las cosas son posibles, en que si queremos, podemos.

Sin embargo, corremos el peligro de involucrarnos tanto que, como ya nos dijo Jose en primero de carrera, acabemos quemados de nuestro trabajo, hartos de que no parezca que lo que hacemos no sirve de nada, y este pensamiento (que me preocupaba mucho), también ha encontrado una respuesta en este año, y es que “nosotros no salvamos a nadie, son las personas las que se salvan solas”; nunca lo podemos olvidar, nosotros lo único que podemos hacer es mostrarle la puerta, es la persona la que tiene que decidir si cruzarla o no, y muchas veces no lo harán, pero no podemos dejar de abrir esas puertas, aunque solo sea por aquellos que vendrán y decidirán cruzar.

No puedo finalizar el blog, sin hablar de la intervención, de cómo he aprendido a intervenir en este curso, y sinceramente, me ha parecido sumamente enriquecedor el ir viendo poco a poco los tipos de intervención que podríamos plantear con los diferentes colectivos, pero si me tuviera que quedar con algo, sería con la frase de “si se cae, te agachas y lo palpas”.

Cada vez que me acuerdo de esa frase, se me mueve algo por dentro y gracias a ella he entendido, que si queremos arreglar problemas, no podemos ir de profesionales por la vida, simplemente tenemos que ser personas, “padre y madre” de cada uno de los que vayamos a ayudar, y hacer lo mismo que esa señora, que solo pensó en el bien superior de su hijo y en hacerlo autónomo, y como ella, debemos pensar por encima de todo en los demás y en qué es lo mejor para ellos, antes que pensar en nosotros o en el reconocimiento profesional que vayamos a alcanzar. Tenemos que humanizar aún más nuestra disciplina de trabajo, empezando desde ya, sacar la parte sensible sin dejar que nos hunda todo lo malo que tiene.

Hace poco, mi compañera Elvira dijo: “Nuestro buen humor es la muestra de que esta realidad no ha podido con nosotros”, y tiene toda la razón del mundo. Llevamos ya tres años viendo cosas horribles que se le hacen al ser humano, y seguimos aquí, con ganas, tenemos una conciencia social clara y unos principios definidos, luchamos por lo que creemos que es justo, y lo mejor de todo es que no nos quemamos, intentamos verlo todo de forma optimista, con buen humor, que es la clave de nuestro futuro. Cuando empecemos a trabajar, tenemos que recordar esta época, en la que esta realidad no podía con nosotros, y sacar nuestra mejor cara y nuestra mejor sonrisa, incluso en el momento en el que no podamos más, tenemos que hacerlo por la gente que sigue creyendo en nosotros.

Hasta aquí, este curso y esta asignatura, gracias por habernos enseñado a madurar y perfeccionar nuestra visión de la educación social.

Elena.

miércoles, 15 de junio de 2011

La última exposición de clase...

Miércoles, 1 de junio de 2011


INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA CON PERSONAS VÍCTIMAS DE TRATA CON FINES DE EXPLOTACIÓN SEXUAL.

Estamos ya a final de curso, el último empujón que se dice, y toca ir finalizando con el blog de la asignatura... hoy, terminaré las exposiciones grupales que hemos tenido durante todo este segundo cuatrimestre, hablando del tema de la trata; perdón si me repito en mis ideas, o suenan a “más de lo mismo”, pero incluso a mi me da la sensación de que ha llegado un punto en que las intervenciones que propongo, o las reflexiones que me salen son “más de lo mismo”, aunque a mi me salgan “nuevas” para cada colectivo.

Empecemos encuadrando al colectivo: ¿qué es la trata? Mi compañera Jill la definió siguiendo lo establecido en el Protocolo de Palermo y definiendo la trata como:

[...] “la captación, transporte, traslado, acogida o recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esta explotación incluirá como mínimo, la explotación sexual, los trabajos o los servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre por deudas o la extracción de órganos”.

Protocolo de Palermo.

“Ahí es ná”; en apenas seis líneas se ha metido de todo, abusos, explotación sexual, extracción de órganos, servicios forzados, esclavitud, y como la propia definición dice, “como mínimo”, solo será eso.

El tema de la trata de personas me dio mucho “agobio” durante la exposición; no podía dejar de pensar en que mientras nosotros estábamos ahí sentados, alguien, en algún sitio, estaba siendo violada, sufriendo agresiones o abusos, a alguien quizás incluso le estuvieran dando muerte para sacarle los órganos... Pero lo peor, lo peor de todo sin duda alguna para mí, fue enterarme de que la trata era la tercera forma más utilizada y más lucrativa en el mundo entero... FLIPA.

¿Por qué no sabíamos eso ya? No hablo de la carrera, hablo de la vida, ¿por qué nadie nunca nos lo ha contado, al igual que por ejemplo sabemos que los niños en África se mueren de hambre? A mi, lo de los niños de África mi madre si que me lo contaba, ¿por qué esto no? Respuesta difícil y a la vez fácil de entender: muy poca gente lo sabe.

Los gobiernos, las mafias, la corrupción en general lo permite, ¿por qué? Porque es la tercera forma más lucrativa a nivel mundial, y no solo eso, sino que las personas de las que se aprovechan, son personas que ni siquiera saben donde están metidas; son los últimos de los últimos, personas que pierden su identidad y a las que nadie reclama, ni ellas mismas se reclaman a sí mismas siquiera... Una vez más en esta carrera y ante situaciones como estas, terminas perdiendo la esperanza en las personas (al menos el un determinado tipo), y terminas casi odiando a esta sociedad en exceso individualista que no se preocupa por nada ni por nadie.

La verdad es que después de todo lo que Jill nos contó, me gustaría trabajar en un futuro en este ámbito con el objetivo de sacar a las víctimas de su situación, claro está, pero también para “pillar” a las personas que les hacen esas atrocidades y sobre todo, contarle a la gente lo que está pasando, el problema que existe y al que nadie le echa cuenta, decirlo y decirlo bien alto, porque no es justo, ¡para nadie!, tener que vivir así...

En fin, no quiero extenderme mucho ni acabar diciendo lo mismo de siempre, solo una última cosa, sé que una de las líneas del blog es proponer una intervención con el colectivo, pero en este tema me parece en exceso complicado; yo siempre he propuesto intervenciones a nivel individual y/o grupal, como mucho con el contexto próximo al individuo, pero en este tema creo que lo primordial es la intervención comunitaria.

La situación en la que las víctimas se encuentran además de desconocida es atroz, y a nadie parece importarle, y así no tiene sentido que se propongan actuaciones individuales, porque sin apoyo, sin redes, no somos nadie.

Para empezar, creo que el principal error que se ha cometido ha sido el de meter en un mismo saco a personas que sufren abusos sexuales, maltrato, muerte por extracción de órganos, esclavitud, etc., bajo el nombre de “víctimas de trata” solo por el hecho de que son raptadas y trasladadas a la fuerza; que si, que me parece estupendo que se le llame a eso “la trata”, pero la trata ¿de que? Lo primero de lo que yo me encargaría como ya he dicho es de dar a conocer el fenómeno; cuando la gente responda a ello, seguiría por diferenciar, y separar según el destino que le espere a la víctima el tipo de trata de la que estamos hablando y una vez en ese punto, me pondría a trabajar.

Formaría equipos de trabajo para cada subgrupo de los anteriormente especificados, cada uno especializado de un “tipo de trata” diferente, pero al fin y al cabo trata, y con cada grupo trabajaría desde unas pautas diferentes, según el perfil de las víctimas y demás; por otro lado, cada cierto tiempo convocaría reuniones entre los equipos pues como ya he dicho también miles de veces, uno de los problemas que tenemos es que no nos coordinamos entre nosotros, y en este tema al menos, lo veo muy importante, pues los traficantes de personas, no hacen esa distinción operativa que yo he hecho “según tipos de trata” sino que para ellos va todo al mismo saco, pues no les importa nada, absolutamente nada.

Creo que son necesarios muchos pasos previos en este tema, pues no está tan investigado, definido, ni conocido como con otros colectivos que ya hemos visto y donde las actuaciones podían estar más claras.

Una vez más, cierro mi exposición con la ya conocida frase: “de lo que no se habla, no existe”, pues es la base que me sirve a mí para comenzar todas mis reflexiones y propuestas, enraizada en la necesidad de hacer que todas las personas, “existan”.

domingo, 12 de junio de 2011

-EXPOSICIÓN DE CLASE-

Miércoles, 25 de mayo de 2011.


INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA CON PERSONAS AUTISTAS

El autismo es un trastorno de comunicación y de las relaciones, entendiendo trastorno como una alteración de los procesos cognitivos y afectivos del desarrollo.

“Ser autista es un modo de ser, aunque no sea el normal”

El trastorno de espectro autista nos indica que existe una gran variabilidad en la expresión del autismo, y el cuadro clínico de este trastorno no es uniforme ni está absolutamente demarcado, oscilando en un espectro de mayor o menor afectación.

A las personas autistas les es muy difícil aprender el lenguaje y comunicarse con los demás, por lo que sus relaciones sociales se ven muy deterioradas; no hay una conexión entre el lenguaje, el pensamiento y los sentimientos, por lo que la comprensión de las emociones y las respuestas afectivas, se ven muy afectadas.

A mi particularmente, este trastorno, me resulta muy interesante y como ya he dicho en otras ocasiones “me mueve” el trabajar y ayudar a este tipo de personas. En mi vida diaria, intento siempre hacer uso de mi empatía para solucionar los problemas que se me pueden presentar, entender a los demás e intentar ayudarlos de la mejor manera posible, pero esa capacidad de empatía, se ve truncada al hablar de personas autistas.

Al pensar en este colectivo, lo primero que se me viene a la cabeza es: qué es lo que sentirá una persona con autismo, cómo verá el mundo, qué pensamiento y que mundo interior tendrá; y lo llamativo y a la vez frustrante de esto es que no lo sabemos. Por desgracia, ninguna persona con este trastorno es capaz de explicarte cómo vive su mundo interior, qué cosas son importantes para él y cuales no, obviando de por sí el hecho de que existen distintos grados de autismo que pueden vivirse de forma completamente diferente.

Así pues, estamos interviniendo con personas de las que no podemos saber más de lo que ellas son capaces de transmitirnos acerca de cómo se sienten o qué necesitan, y con estas limitaciones es muy difícil mejorar nuestra intervención; lo único que podemos hacer es experimentar anhelando dar con la tecla mediante el ensayo-error.

Este tema me ha hecho pensar en algo. Las relaciones sociales de las personas como seres sociales, casi siempre están basadas en la experimentación. Experimentamos cosas que nos gustan, otras que no, y esas cosas, las hacemos extensibles a los demás, presuponiendo y confirmando (gracias al lenguaje), que los demás son capaces de sentir y pensar sobre el mundo que les rodea de la misma forma que nosotros; así, podemos ponernos en el lugar del otro con facilidad, pues sabemos que las experiencias que nosotros hemos tenido también han sido percibidas por ellos de la misma manera.

Desde esa “psicología social” nos movemos, y nuestro trabajo (además de un cuerpo teórico), tiene esa dimensión empática que también es muy importante, pues si no fuésemos capaces de sentir lo que sienten los demás, si no supiéramos que podemos extrapolar nuestras experiencias a las cosas que sienten y piensan los otros, quizás no habría trabajo social, y es más, quizás no habría relaciones sociales ni sentimientos de pertenencia a nada, pues seriamos seres puramente individuales incapaces de sentir o empatizar con el resto del mundo.

Después de intentar poner en pie (cosa que no se si he logrado) ese pensamiento, surge la pregunta obligada: ¿Y las personas con autismo? ¿Qué hacemos con ellas? No sabemos como piensan, qué les gusta, que no, que es más importante para ellos, que quieren en sus vidas, cómo perciben el mundo... ¿Cómo trabajamos con ellos? La dificultad aquí está en que no los conocemos en su “psique”, apenas sabemos nada porque no podemos extrapolar nuestros gustos y vivencias a los suyos porque no viven la realidad de la misma forma que nosotros...

Es muy frustrante darte cuenta de que lo único que vas a poder hacer es intentarlo y seguir intentándolo, sin estar seguro al 100% de que estás haciendo las cosas bien o de que podrías mejorar en muchos aspectos, los cuales desconoces por esa falta de comunicación “real”.

Partiendo pues de esta base, intentando ser optimistas, y conociendo nuestras limitaciones, ¿qué podemos hacer para intervenir con este colectivo? Las respuestas salen solas: individuos y familia. Son los dos ámbitos principales de actuación; es lo primordial, y cuando esto se consiga, también podríamos abordar las relaciones sociales del individuo con su medio, pero solo al haber profundizado en la intervención individual y familiar.

El autismo se detecta en la infancia temprana, cuando el niño empieza a tener comportamientos fuera de lo normal y no se relaciona con sus padres y con el entorno como cualquier otro niño; aquí es tarea de los padres preocuparse por su hijo y llevarlo al médico, que será el que informe a los padres de la situación; esta primera actuación es muy importante, y el medico deberá derivar a un educador/trabajador social que será el que informe a los padres más exhaustivamente de lo que el autismo supone, haciendo hincapié en la necesidad de que los padres reconozcan dicho trastorno (muchos no lo hacen), de forma que asegure el bienestar de su hijo y éste pueda acceder a una intervención adecuada a sus necesidades.

Si el autismo no se reconoce, el niño no podrá desarrollar sus potencialidades ni se adaptará nunca al medio. No podemos vivir una mentira, tenemos que enfrentarnos a la realidad y vivir de la mejor forma posible con ella.

Una vez que es reconocido el trastorno autista, lo primero es trabajar con el niño el lenguaje y la comunicación; aunque no sabemos como funcionan los procesos mentales de los autistas, si sabemos (mediante la observación), que un niño al que se le ha potenciado el lenguaje desde pequeño se comunica mejor que otros que no lo han hecho y es capaz de relacionarse mejor con sus padres y su entorno.

También se puede trabajar con él los colores como forma de estimulación, las formas geométricas y la psicomotricidad del cuerpo. Una vez que todo eso se haya alcanzado, podría pasarse a la concepción del bien y del mal, lo que se debe hacer y lo que no, y algunas normas sociales básicas, siempre teniendo en cuenta la capacidad del menor y hasta donde puede llegar.

Por otra parte, con la familia debe trabajarse desde cero, y lo primero es la formación sobre qué es el autismo, qué le pasa a su hijo, que posibilidades tiene, sus limitaciones y sus potencialidades, para que una vez formados, podamos empezar a trabajar sobre cómo educar a su hijo, como tratarlo, qué hacer cuando el niño se descontrole, poner a la familia en contacto con asociaciones o entidades que puedan servirles de redes sociales, colegios con educación especializada para personas con autismo, y todas las actuaciones que se nos ocurran.

En este campo de intervención es fundamental la empatía y la formación mediante lo poco que hay investigado sobre el autismo, pero sobre todo, lo más importante es tener ganas de ayudar a estas personas, creatividad, paciencia y buena voluntad.

viernes, 3 de junio de 2011

EXPOSICIÓN DE CLASE

Miércoles, 18 de mayo de 2011

INTERVENCIÓN EDUCATIVA CON PERSONAS QUE SUFREN ADICCIÓN A LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

El término adicción, a menudo se ha relacionado con las adicciones a sustancias y con el daño físico que dichas sustancias ocasionan en el cuerpo humano, sin tener en cuenta el factor psicológico, que también está presente en ellas, pero a la vez puede ser motivo de otras adicciones, esta vez psicológicas, caracterizadas porque para su aparición, no es necesaria la existencia de una sustancia determinada, sino que más bien hace referencia a un comportamiento descontrolado en la conducta del individuo para la obtención de placer.

Este es el caso de la adicción a las nuevas tecnologías, que puede ser considerada como una enfermedad de tipo psicológico perfectamente. La línea entre el uso y el abuso de las nuevas tecnologías es muy fina, y aún más lo es entre el abuso y la dependencia y adicción, llegando esta última a caracterizarse por la pérdida del control en la persona de su propia conducta.

Objetivamente, cualquier persona con acceso a las nuevas tecnologías puede convertirse en adicto a ellas, aun así existen una serie de factores de riesgo, como son:

- Carencias psicológicas primarias (falta de relaciones y objetivos)

- Dificultades en las relaciones interpersonales

- Pobreza de habilidades sociales

- Timidez

- Soledad

- Carencia de autoestima

- Género y edad


Creo que como presentación de este colectivo de personas adictas a las nuevas tecnologías, no es necesario decir mucho más, pues es ampliamente conocido por todos, pero antes de pasar a las formas de intervención, una última anotación: la diferencia entre nativo digital e inmigrante digital, entendiendo al primero como una persona inmersa desde la infancia en las nuevas tecnologías, y a la segunda como una persona que durante su vida ha visto el avance tan rápido que han tenido las nuevas tecnologías, pero no se ha terminado de adaptar a ellas. La diferencia entre estas dos personas genera lo que se conoce como brecha digital.

Personalmente, creo que no se le da mucha importancia a este tema, pues los inmigrantes digitales, no ven el riesgo que las nuevas tecnologías pueden tener sobre la población más joven. La brecha digital no es “una cosa de risa”, aunque a veces nos haga gracia que nuestros abuelos nos pregunten como se llama por teléfono con un móvil; detrás de eso, existe un desconocimiento de la adicción que las nuevas tecnologías pueden generar en una población que no tiene muy definidas ni su personalidad ni sus expectativas en la vida, y que está menos experimentada y es menos madura que la población de “inmigrantes digitales”. Por eso muchas veces, los propios padres no le dan importancia a que sus hijos se pasen las horas jugando a la consola, o enganchados al ordenador y a las redes sociales.

Como forma de intervención creo que es muy importante que se empiece por la educación de adultos. La adicción a las nuevas tecnologías puede desembocar en una ludopatía severa por la necesidad de jugar para sentir placer, y si ese hecho no se controla desde la infancia, será muy difícil hacerlo cuando el niño ya sea un adolescente o joven. La educación de los padres en los riesgos que las nuevas tecnologías llevan consigo es un aspecto a trabajar muy importante, informándoles de qué significa el término, dándole claves para detectarlo y enseñándoles qué recursos, asociaciones o medios tienen a su disposición si la conducta del niño se descontrola.

Este campo de la adicción a las nuevas tecnologías es algo muy nuevo todavía y queda mucho por descubrir y experimentar. Nuestra generación tiene “la suerte” de haberse visto inmersa en esa nueva era informática no desde la infancia, sino desde la adolescencia aproximadamente, con lo cual hemos conocido otra cosa, sabemos qué es vivir sin tecnología pero también sabemos el daño que puede hacer el abuso de las mismas; estamos en un punto intermedio en el que no somos nativos digitales ni tampoco inmigrantes, y podemos hacer muchas cosas para prevenir e intervenir en este ámbito, siendo en enlace entre los padres y los hijos y la vía de comunicación (en este campo) entre unos y otros.

Además de esta educación a los padres, también propondría como forma de intervención la “educación en nuevas tecnologías” a los chavales en los colegios e institutos, enseñándoles a utilizar por ejemplo un ordenador, pero también advirtiendo de los peligros que entraña el hacerse miembro de una red social, enseñándoles a proteger su identidad o qué contenidos pueden mostrar y cuales no.

Así mismo, les propondría a los colegios el uso responsable de los ordenadores (también los regalados por la Junta de Andalucía) y las aulas de informática, y el fomento en la escuela de las actividades de ocio y tiempo libre, animando a los niños a realizar actividades o competiciones deportivas por la tarde que sirvieran de excusa para salir de su casa y de los juegos de ordenador o consola que tienen a su disposición, utilizando una forma de comunicación sana y fomentando las relaciones sociales personales entre ellos.

Para todas estas actuaciones, debería entrar en acción el trabajo y la educación social, intentando cubrir los vacíos que existen en este ámbito tan nuevo, preocuparse por los posibles casos de intervenciones terapéuticas (que deberían ser derivadas), y encargándose de la prevención y la reeducación (competencias de la educación social), y de la intervención y la reinserción (competencias del trabajo social), atendiendo especialmente a la población adolescente y menor de edad.



“No han de demonizarse las herramientas tecnológicas, pues si se hace un uso responsable y controlado, nos ofrecen múltiples ventajas facilitándonos la vida en general”.

martes, 24 de mayo de 2011

-Exposición de clase-

Miércoles, 27 de abril de 2011

INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA EN SALUD MENTAL

“Lo que el mundo llama genio es el estado de enfermedad mental, que nace del predominio indebido de algunas de las facultades. Las obras de tales genios no son nunca sanas en sí mismas, y reflejan siempre la demencia mental general”.

Edgar Allan Poe


Actualmente, concebimos a las personas mentalmente saludables como aquellas que gozan de un estado emocional y psicológico óptimo, que les permite hacer pleno uso de sus capacidades sociales, emocionales y cognitivas, por lo que poseen todas las capacidades mentales para desenvolverse en la vida cotidiana.

Cuando estas capacidades mentales se ven deterioradas, aparece la enfermedad mental, siendo una de ellas el trastorno obsesivo compulsivo, al que mis compañeros le dedicaron gran tiempo y esfuerzo por aclararlo.

La persona que sufre un trastorno obsesivo compulsivo, se enfrenta a la intrusión de pensamientos o impulsos desagradables en su conciencia, lo que causa acciones urgentes irresistibles, que llevan a realizar rituales para poder disminuir con la ansiedad.

A menudo se ha utilizado el TOC (en caricaturas, películas y vídeos) como forma de ridiculizar a ciertos personajes, dando a conocer “el lado gracioso” de este trastorno e incluso utilizándolo para hacer reír a los demás; sin embargo, detrás de este trastorno hay mucho más.

En primer lugar, hay una persona, un ser humano con un problema de salud mental, y en segundo lugar, esa persona, por lo demás prácticamente saludable, es consciente de su enfermedad, sabe que lo que hace no tiene sentido ninguno, pero no puede dejar de hacerlo. Simplemente imaginar que me pudiera pasar algo así me pone los pelos de punta, pues la sensación que tiene que tener esa persona para consigo misma es de “estar loco” y más aún cuando ves que la gente que te rodea no te entiende, te mira de forma extraña o incluso se ríe de ti.

Durante la exposición de mis compañeros hubo algo que me llamó mucho la atención, y fue que:

“No existen medios, terapias o recursos para que las personas con algún tipo de enfermedad mental se integren de forma normalizada en la sociedad”.

Es muy duro saber de antemano que la intervención con este colectivo es casi inexistente, y no ya porque la sociedad no los acepte, sino porque NO HAY RECURSOS disponibles para ellos... “no se llevan” las personas con enfermedades mentales, ahora parece ser que lo que está de moda son las personas mayores y los discapacitados... ¿quien sabe que nos tocará de aquí a unos años? La realidad es que hoy por hoy, nuestra intervención está muy, muy restringida salvando el tratamiento hospitalario.

Así pues ¿qué es lo que podemos hacer? Bueno, el que no se consuela es porque no quiere... y a mi se me ocurre que, ya que no hay recursos específicos ni terapias o medios para estas personas, tenemos que usar lo que ya tenemos y amoldarlo de la mejor forma posible a las necesidades de este colectivo.

Aquí, más que nunca veo indispensable el trabajo interdisciplinar entre los educadores sociales, los psicólogos, los psiquiatras y los trabajadores sociales, pues cada uno desde su especialidad aportará su creatividad y conocimientos para utilizar y aprovechar los recursos que se tienen de la mejor manera posible adaptándolos a las necesidades del colectivo.

Trabajar con las familias para paliar esa sobreprotección o falta de comprensión que tienen hacia la persona con una determinada enfermedad mental, insertar a los profesionales (sobre todo introducir la figura del educador) en los hospitales, (ya que son los únicos centros que atienden a personas con problemas de salud mental), o dedicarse a formar e informar a la población en colegios, institutos, jornadas, congresos, etc. sobre la realidad de los trastornos mentales (para paliar la concepción social de dicha enfermedad y el binomio desconocimiento-rechazo que genera), son algunas de las propuestas que yo haría para intervenir con este colectivo.

El caso práctico de mis compañeros, se centró en el suicidio, y a mi personalmente, me llamó mucho la atención el apartado que le dedicaron a las características personales del suicida, donde aseguraban que había suicidas vicariantes, perfeccionistas, hedonistas, transicionales, y sintomáticos, y para mí, todos ellos respondían a algún tipo de “enfermedad mental”, bien sea por el afán desmedido por el físico, por el hecho de no soportar la idea de la muerte o por no perder su posición social.

Si una persona llega a ser capaz de quitarse la vida por alguna de esas circunstancias, es que algo no funciona muy bien que digamos en la azotea. ¿Es por tanto el suicidio un tipo de enfermedad mental? No, no diría eso, creo que más bien es una falta de recursos y redes de apoyo en la persona para enfrentarse a la vida, agudizado claro está, por algún tipo de enfermedad mental en “pequeño grado”. Sea como sea, aquí los educadores también tenemos mucho que hacer, sobre todo en proporcionarle a la persona recursos y redes de apoyo a las que pueda recurrir y como siempre, utilizar la prevención como forma de evitar futuros y trágicos desenlaces.

Sea como sea, esto es como todo, si quieres, puedes, y si queremos, encontraremos cosas que hacer para ayudar a estas personas, el problema viene cuando el desempeño profesional no se corresponde con la parte vocacional que nos toca a cada uno... Para concluir esta entrada, quiero destacar la calidad de la exposición de mis compañeros, y sobre todo lo atractivo que nos resultó el tema a la mayoría de la clase.

La única crítica que tengo, es que, este colectivo al menos, debería tratarse en mayor profundidad, dividirse en dos clases aunque la exposición corriera a cargo de dos grupos diferentes, pues es muy novedoso para nosotros y demasiado interesante como para profundizar en él simplemente durante dos horas.

A mi personalmente, el tiempo se me quedó muy corto. Por lo demás, nada más, seguimos aprendiendo aunque ya casi a final de curso parezca algo imposible...

domingo, 15 de mayo de 2011

EXPOSICIÓN DE CLASE. 13/04/2011

INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA CON PERSONAS INMIGRANTES.

La palabra “inmigrantes” está llena de estereotipos; no existe una definición clara, pues en teoría, todas las personas que vienen a vivir a España deberían llamarse “inmigrantes” pero en la realidad, entendemos dentro de este término a “las personas procedentes de países pobres, cuya función en nuestra sociedad es la de ocupar aquellos puestos de trabajo que no podemos o no queremos asumir” según la Asociación Granada Acoge.

Solo las personas que consideramos inferiores a nosotros, menos dignas o de peor clase social (de ahí que me refiera al término como estereotipado y lleno de prejuicios) son inmigrantes, y aunque nos consideremos muy progresistas, liberales y “molones” al aceptar a todo el mundo sin discriminación ninguna, no es así; en el fondo, vemos inferiores a estas personas, pero curiosamente a los inmigrantes “guais” de Europa, les damos todo el reconocimiento y prestigio social que a los otros les quitamos porque claro, los Europeos o Norteamericanos que vienen a vivir a nuestro país, son muy distintos a esos otros que vienen a “formar escándalo”, “quitarnos el empleo” o vivir “a costa de nosotros”.

En el transcurso de esta clase, me he ido dando cuenta del desconocimiento casi preocupante para estar en tercero de carrera y a un año de terminar los estudios, que tengo acerca de los recursos disponibles, tanto para los inmigrantes como para los colectivos más desfavorecidos en general. Sinceramente no entiendo porqué en esta carrera tenemos asignaturas como “Cultura Andaluza” o “Teoría e Instituciones Contemporánea de la Educación”, que si bien están para adquirir competencias o formación general, de nada nos sirven a la hora de trabajar con las personas en riesgo de exclusión.

Creo que ya lo he comentado alguna que otra vez, pero sigo pensando que lo primero, (en esta carrera al menos), debería ser enseñarnos a trabajar con las personas más desfavorecidas, tener asignaturas especiales y únicas de intervención con cada colectivo, de habilidades sociales y de técnicas de comunicación verbal y no verbal entre otras, antes que “TICE”, Cultura Andaluza o incluso Política Social, que desgraciadamente tal y como están planteadas, parecen más una forma de salvar un plan de estudios “a lo moderno y progre” antes que preocupadas por dar una formación real e integral en el trabajo y la educación social.

Muchas veces he pensado en documentarme e informarme por mi cuenta, pero sinceramente, dado el volumen de trabajo que se nos exige, los continuos trabajos en grupo a los que tanto temo, y las tareas y tareas que se nos exigen todas las semanas, me resulta imposible, y me da miedo salir el año que viene a la calle y a la vida real, porque cuando empiece a trabajar, tendré en mis manos el bienestar y “la vida” de muchas personas a las que actualmente me siento incapaz de ayudar como me gustaría por esa falta de recursos y en definitiva del “qué hacer” que tengo.

Volviendo al tema de la inmigración, quiero pararme en un dato importante: cuando hablamos de inmigrantes, hablamos de cifras estadísticas, de inmigrantes empadronados “legales”, por así decirlo, pero ¿qué pasa con los cientos y cientos de inmigrantes ilegales? ¿Como no están reflejados en una base de datos no existen, no?

El lunes pasado, en las prácticas de laboratorio de trabajo social comenzamos a hacer un informe social de un caso visto en una película, y el profesor nos dijo, que al hablar de los recursos económicos que poseía la familia, solo podíamos referirnos a aquellos ingresos que podíamos certificar que existían (la familia en cuestión se dedicaba al tráfico de drogas y la venta ilegal de tabaco, y “legalmente” solo podíamos reflejar la existencia de una pensión de viudedad y otra de jubilación).

Me quedé un poco impactada con este tema, pues al igual que con los inmigrantes ilegales, “lo que no está escrito, no existe”, aunque sepamos que sí y sea necesario intervenir desde ahí; desgraciadamente, ante esta realidad “ilegal” nuestra posibilidad de actuación se ve sustancialmente reducida, y obviamente es un gran error al que tenemos que buscarle alternativas de solución centrándonos en el origen del problema, que no se si proviene del intento de evasión de dicha realidad o de un sistema que no refleja ni recoge las verdaderas necesidades de la población del país (que no se qué es peor).

No recuerdo si fue el futuro candidato del PSOE o del PP a la alcaldía de Sevilla, pero hace poco en el periódico, leí que uno de estos dos personajes, le “exigían al comisionado del Polígono Sur una mejora en cuanto a la situación de exclusión del barrio”. Ala, ahí, eso es, no nos echan cuenta cuando pedimos ayudas, subvenciones o más recursos, pero en cuanto se avecinan unas elecciones en las que cualquiera de los dos partidos puede hacerse con la alcaldía de la ciudad, bien que se preocupan ahora por todos, incluso por los que tras las elecciones son olvidados de manera increíblemente sencilla y sin miramientos; eso sí, mientras tanto, reivindican unos ideales que ni ellos mismos se creen y se proclaman defensores de los más pobres... cada día me gusta menos la política...

Otro dato (con el que seguro que os reís) viene de la boca de la candidata a la alcaldía de “Los Verdes. Andalucía Ecológica”, señora, que en su amplia experiencia y conocimiento de la desadaptación y la exclusión social, asegura que la mejor forma de erradicar la exclusión y conseguir que los colectivos más desfavorecidos se integren en la sociedad responde a la fórmula: árbol + banco + teatro = fin de la exclusión.

Lo alarmante es que esta señora ha estudiado trabajo social, y defiende como programa de su campaña electoral ante la exclusión la necesidad de poner más zonas verdes y bancos en la vía pública (para evitar el consumismo al que nos vemos obligados por tener que reunirnos con los amigos en un bar para vernos), así como la implantación de museos y teatros por doquier como método buenísimo y “super” eficaz para que “los pobres y excluidos” se integren con “los normales” y vean como tienen que comportarse. Qué miedo por Dios.

Ante este tipo de situaciones ¿qué podemos hacer? Si esta gente nos gobierna, y estas son sus propuestas, ¿qué pretenderán hacer con los inmigrantes y más aún, con los inmigrantes ilegales, por Dios?

En fin, será que estamos en época de campaña y me indigno ante las cosas que escucho pero basta de hablar ya de política, y más si dicha política apenas hace nada por las personas.

Al tratar con inmigrantes, se me ocurre que la mejor forma de intervención sería actuar a través de los factores de riesgo de exclusión. Hemos dicho muchas veces que una persona no está en riesgo por una sola causa, sino por un conjunto de situaciones que se interconectan entre sí, y en el caso de los inmigrantes, dichas situaciones se refieren sobre todo a la soledad, el desconocimiento de la cultura, el lenguaje, el desarraigo y la falta de redes de apoyo, la precarización laboral, la falta de atención social, y un largo etcétera que traen los ya conocidos problemas de exclusión, empleo, vivienda, participación social y demás.

Por eso creo que la intervención que plantearon mis compañeras es bastante adecuada, y creo que con este colectivo precisamente, se están haciendo las cosas bastante bien dentro de las posibilidades que nuestro gobierno nos permite con los recursos que nos dan. Es esperanzador saber que muchas asociaciones atienden a los inmigrantes ilegales sin preguntar por ningún papel, y lo hacen desde el respeto y la dignidad que como personas se merecen, y creo que los talleres prelaborales, de aprendizaje del idioma, y el trabajo en grupo para crear redes de apoyo es muy positivo con este colectivo que está tan desamparado.

Sin embargo, aún nos queda mucho por hacer y mientras la sociedad no cambien su idea de que “el que está vendiendo pañuelos en un semáforo es porque quiere”, la inclusión e integración social seguirá costando muchísimo, y nosotros, como trabajadores y educadores sociales, debemos ser una parte activa en el cambio de esa visión.

No podemos seguir esperando a que los políticos nos ayuden altruistamente, debemos presionar y luchar por los intereses de un colectivo que no tiene ni voz ni voto (y nunca mejor dicho), y como propusieron mis compañeros, una buena forma e hacerlo sería luchar por la creación y puesta en marcha de un programa de actuación propio en materia de inmigración como soporte que nos respaldara en nuestras actuaciones, para así y así no tener que estar esperando la “buena voluntad” y colaboración de otros.

jueves, 28 de abril de 2011

EXPOSICIÓN DE CLASE. 6/04/2011

INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA ANTE PERSONAS CON DISCAPACIDAD INTELECTUAL.

Me he quedado un poco en blanco a la hora de escribir sobre esta exposición; sinceramente, apenas pude estar atenta a lo que se iba viendo, pues mi rol de autista me lo impedía, así que he decidido contar cómo me sentí y cómo logre empatizar en cierto modo con las personas que sufren discapacidad intelectual.

Cuando mis compañeras me propusieron colaborar de esta manera, enseguida acepté, pues la idea me gustó mucho. Tengo la suerte de conocer a una persona con autismo, así como a su familia, y en los dos años que llevo tratando con ellos, me han ido enseñando muchísimas cosas; me parecía interesante a la hora de “escenificar” el autismo, no basarme en la idea estereotipada que muchos tienen de él, sino en la realidad de esta discapacidad, que por suerte conozco y he aprendido a valorar.

Una persona autista tiene dificultades a la hora de relacionarse socialmente; no es capaz de aprender a hablar correctamente ni escribir, pero no por ello debemos caer en el error de que una persona con autismo se queda aislada de los demás y no quiere contacto ninguno. Durante la exposición, mis compañeros muchas veces me hicieron sentir rechazada, “tonta” obligándome a sentarme y “estarme calladita”, sin entender que esa era la manera que yo tenía de relacionarme y que lo único que estaba pidiendo era un poco de atención.

Además, en el autismo no todo es tan inocuo; una persona autista debe estar vigilada constantemente pues puede obsesionarse con ciertas cosas que pueden terminar siendo perjudiciales para él; Javi, el niño con autismo que conozco, tiene una obsesión con el agua; siempre está pidiendo agua, roba las llaves de la cocina para entrar y beber, ha descubierto cómo abrir los grifos de su casa (grifos especiales), y su madre tiene que ducharlo y acompañarlo al baño (que también está siempre cerrado con un pestillo especial), para evitar que no beba, pues algo en apariencia tan inofensivo, le puede causar problemas importantes en los riñones; y es que estas personas, (por ejemplo Javi con el agua), no son conscientes de cuando parar, es algo que “deben hacer”, y que si nadie los vigila, estarán, por ejemplo, bebiendo agua hasta vomitar.

Esta realidad me pareció muy interesante destacarla durante la exposición y la respuesta que tuve de mis compañeros fueron risas, comentarios, y agua, mucha agua; tuve serias dificultades para beberme toda la que me daban, y no dejaba de pensar en cómo Javi podía beber tantísimo si a mi ya me estaba sentando mal, a la vez que me sorprendía que nadie me dijera nada por beber tanto ni se preocuparan del porqué lo hacía (aunque supongo que al desconocer este dato, era normal).

Para mí, el mayor problema con el que se encuentran las personas con discapacidad intelectual es la inclusión social, o mejor dicho, la falta de ésta y el riesgo de exclusión tan alto al que están sometidos; solo la familia y el colegio especializado (en el caso de que existiera), serían las únicas redes de apoyo de la persona con discapacidad intelectual y en el momento en el que alguna le faltase, el riesgo de exclusión aumentaría alarmantemente.

Mi propuesta se basa en una educación inclusiva; desde pequeños nos han enseñado en casa y en el colegio “lo que está bien, lo que está mal, lo que es normal y lo que no” y creo que en este tema, solo educando y formando desde la infancia en la igualdad de todos y explicando el porqué somos diferentes, se puede llegar a una “normalización” de la situación y una convivencia respetuosa de las personas entre sí.

Soy consciente de que hay personas que tienen un alto grado de discapacidad intelectual, y que por ejemplo a las personas con autismo es muy difícil integrarlas en la escuela de esa manera; entiendo que en determinados casos puedas existir colegios de educación especial para esos niños, pero en la otra gran mayoría de los casos (incluso en algunos del primer grupo), yo propondría incluir a los niños con discapacidad intelectual en un “ambiente normalizado”; es decir, insertarlos en las aulas, con los demás compañeros, sino en todas las clases, sí en algunas materias comunes, y dedicar otras al refuerzo de sus habilidades sociales o las materias que peor llevan (proceso que podría llevarse a cabo en la misma aula o en otra diferente).

Quizás más de uno piense que también de esta forma los niños se van a sentir discriminados por ese trato desigual y sus compañeros no los van a aceptar, pero creo que todo depende de los profesores, y de qué les digan y qué le enseñen a los alumnos sobre la igualdad, lo bueno y lo malo, el respeto y la humanidad; en definitiva, las enseñanzas que transmiten los profesores, han de pasar por la educación necesariamente, con todo lo que ese término conlleva, y no solo en aspectos teóricos obviamente, sino también en formación humana y de calidad, la cual es indispensable para que esta iniciativa de sus frutos, y estemos formando a las nuevas generaciones desde pequeños, para que en el futuro no tengamos que preocuparnos más de esta exclusión social.