Clase de intervención 16/12/2010.
En la clase del pasado día 16 de Diciembre (última de este año 2010), estuvimos hablando de la socialización, concretamente de la familia y los roles socializadores.
De esta forma, entendemos por rol las conductas “tipificadas”, es decir, los papeles que están definidos socialmente e interpretados por los individuos”.
En clase, la profesora (ya que esta clase fue conjunta y no estuvimos con José sino con la profesora del otro grupo) puso como ejemplo el de un niño que se ha “socializado” en el maltrato, siendo el rol que aprende e interioriza el del maltratador, a no ser que se de cuenta de que ese rol “está mal” y adopte el contrario (aquí entra el ambiente, la cultura, la educación, los trabajadores y educadores sociales, etc.).
Sinceramente, no me gustó demasiado este ejemplo; es un poco desalentador, la profesora nos dio a entender que un niño pequeño, pocas veces es capaz de darse cuenta de que la conducta de su padre como maltratador “está mal” y en la mayoría de las ocasiones, es inevitable que ese rol se traspase de padre a hijo.
Pensando en todo esto y en el “hecho inevitable de que un niño maltratado sea un futuro maltratador” me vino a la cabeza una palabra: resiliencia.
En más de una ocasión hemos visto lo que esta palabra significa, algo así como las posibilidades que tienen los niños de desarrollar conductas y hábitos que no sean los que han visto y aprendido en su familia o su contexto durante toda su vida. Para mí, ese es el “rayito de esperanza” por el que puedo decir que merece la pena hacer proyectos de intervención, inventarse talleres y más talleres que trabajen las habilidades sociales, los modales, la higiene y multitud de cosas más, y merece la pena porque estos niños, tienen resiliencia; son capaces de desarrollar esas actitudes y esos hábitos, que les permitan salir de su barrio, de su situación de exclusión y poder ser unas personas totalmente desarrolladas y adaptadas a la sociedad.
Como dijimos también en clase “cuantas más cosas malas aprendamos, más difícil es desaprenderlas”, y nosotros como futuros profesionales tenemos que aprender a jugar con esas cartas; en lugar de intentar rectificar conductas que ya están interiorizadas por los menores, debemos centrarnos en que los niños aprendan cosas nuevas, que vean nuevos roles que pueden adquirir, nuevas formas de comportarse y convivir con los demás, ya que nunca debemos olvidar que “es más fácil aprender cosas nuevas que rectificar las ya aprendidas”.