martes, 24 de mayo de 2011

-Exposición de clase-

Miércoles, 27 de abril de 2011

INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA EN SALUD MENTAL

“Lo que el mundo llama genio es el estado de enfermedad mental, que nace del predominio indebido de algunas de las facultades. Las obras de tales genios no son nunca sanas en sí mismas, y reflejan siempre la demencia mental general”.

Edgar Allan Poe


Actualmente, concebimos a las personas mentalmente saludables como aquellas que gozan de un estado emocional y psicológico óptimo, que les permite hacer pleno uso de sus capacidades sociales, emocionales y cognitivas, por lo que poseen todas las capacidades mentales para desenvolverse en la vida cotidiana.

Cuando estas capacidades mentales se ven deterioradas, aparece la enfermedad mental, siendo una de ellas el trastorno obsesivo compulsivo, al que mis compañeros le dedicaron gran tiempo y esfuerzo por aclararlo.

La persona que sufre un trastorno obsesivo compulsivo, se enfrenta a la intrusión de pensamientos o impulsos desagradables en su conciencia, lo que causa acciones urgentes irresistibles, que llevan a realizar rituales para poder disminuir con la ansiedad.

A menudo se ha utilizado el TOC (en caricaturas, películas y vídeos) como forma de ridiculizar a ciertos personajes, dando a conocer “el lado gracioso” de este trastorno e incluso utilizándolo para hacer reír a los demás; sin embargo, detrás de este trastorno hay mucho más.

En primer lugar, hay una persona, un ser humano con un problema de salud mental, y en segundo lugar, esa persona, por lo demás prácticamente saludable, es consciente de su enfermedad, sabe que lo que hace no tiene sentido ninguno, pero no puede dejar de hacerlo. Simplemente imaginar que me pudiera pasar algo así me pone los pelos de punta, pues la sensación que tiene que tener esa persona para consigo misma es de “estar loco” y más aún cuando ves que la gente que te rodea no te entiende, te mira de forma extraña o incluso se ríe de ti.

Durante la exposición de mis compañeros hubo algo que me llamó mucho la atención, y fue que:

“No existen medios, terapias o recursos para que las personas con algún tipo de enfermedad mental se integren de forma normalizada en la sociedad”.

Es muy duro saber de antemano que la intervención con este colectivo es casi inexistente, y no ya porque la sociedad no los acepte, sino porque NO HAY RECURSOS disponibles para ellos... “no se llevan” las personas con enfermedades mentales, ahora parece ser que lo que está de moda son las personas mayores y los discapacitados... ¿quien sabe que nos tocará de aquí a unos años? La realidad es que hoy por hoy, nuestra intervención está muy, muy restringida salvando el tratamiento hospitalario.

Así pues ¿qué es lo que podemos hacer? Bueno, el que no se consuela es porque no quiere... y a mi se me ocurre que, ya que no hay recursos específicos ni terapias o medios para estas personas, tenemos que usar lo que ya tenemos y amoldarlo de la mejor forma posible a las necesidades de este colectivo.

Aquí, más que nunca veo indispensable el trabajo interdisciplinar entre los educadores sociales, los psicólogos, los psiquiatras y los trabajadores sociales, pues cada uno desde su especialidad aportará su creatividad y conocimientos para utilizar y aprovechar los recursos que se tienen de la mejor manera posible adaptándolos a las necesidades del colectivo.

Trabajar con las familias para paliar esa sobreprotección o falta de comprensión que tienen hacia la persona con una determinada enfermedad mental, insertar a los profesionales (sobre todo introducir la figura del educador) en los hospitales, (ya que son los únicos centros que atienden a personas con problemas de salud mental), o dedicarse a formar e informar a la población en colegios, institutos, jornadas, congresos, etc. sobre la realidad de los trastornos mentales (para paliar la concepción social de dicha enfermedad y el binomio desconocimiento-rechazo que genera), son algunas de las propuestas que yo haría para intervenir con este colectivo.

El caso práctico de mis compañeros, se centró en el suicidio, y a mi personalmente, me llamó mucho la atención el apartado que le dedicaron a las características personales del suicida, donde aseguraban que había suicidas vicariantes, perfeccionistas, hedonistas, transicionales, y sintomáticos, y para mí, todos ellos respondían a algún tipo de “enfermedad mental”, bien sea por el afán desmedido por el físico, por el hecho de no soportar la idea de la muerte o por no perder su posición social.

Si una persona llega a ser capaz de quitarse la vida por alguna de esas circunstancias, es que algo no funciona muy bien que digamos en la azotea. ¿Es por tanto el suicidio un tipo de enfermedad mental? No, no diría eso, creo que más bien es una falta de recursos y redes de apoyo en la persona para enfrentarse a la vida, agudizado claro está, por algún tipo de enfermedad mental en “pequeño grado”. Sea como sea, aquí los educadores también tenemos mucho que hacer, sobre todo en proporcionarle a la persona recursos y redes de apoyo a las que pueda recurrir y como siempre, utilizar la prevención como forma de evitar futuros y trágicos desenlaces.

Sea como sea, esto es como todo, si quieres, puedes, y si queremos, encontraremos cosas que hacer para ayudar a estas personas, el problema viene cuando el desempeño profesional no se corresponde con la parte vocacional que nos toca a cada uno... Para concluir esta entrada, quiero destacar la calidad de la exposición de mis compañeros, y sobre todo lo atractivo que nos resultó el tema a la mayoría de la clase.

La única crítica que tengo, es que, este colectivo al menos, debería tratarse en mayor profundidad, dividirse en dos clases aunque la exposición corriera a cargo de dos grupos diferentes, pues es muy novedoso para nosotros y demasiado interesante como para profundizar en él simplemente durante dos horas.

A mi personalmente, el tiempo se me quedó muy corto. Por lo demás, nada más, seguimos aprendiendo aunque ya casi a final de curso parezca algo imposible...

domingo, 15 de mayo de 2011

EXPOSICIÓN DE CLASE. 13/04/2011

INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA CON PERSONAS INMIGRANTES.

La palabra “inmigrantes” está llena de estereotipos; no existe una definición clara, pues en teoría, todas las personas que vienen a vivir a España deberían llamarse “inmigrantes” pero en la realidad, entendemos dentro de este término a “las personas procedentes de países pobres, cuya función en nuestra sociedad es la de ocupar aquellos puestos de trabajo que no podemos o no queremos asumir” según la Asociación Granada Acoge.

Solo las personas que consideramos inferiores a nosotros, menos dignas o de peor clase social (de ahí que me refiera al término como estereotipado y lleno de prejuicios) son inmigrantes, y aunque nos consideremos muy progresistas, liberales y “molones” al aceptar a todo el mundo sin discriminación ninguna, no es así; en el fondo, vemos inferiores a estas personas, pero curiosamente a los inmigrantes “guais” de Europa, les damos todo el reconocimiento y prestigio social que a los otros les quitamos porque claro, los Europeos o Norteamericanos que vienen a vivir a nuestro país, son muy distintos a esos otros que vienen a “formar escándalo”, “quitarnos el empleo” o vivir “a costa de nosotros”.

En el transcurso de esta clase, me he ido dando cuenta del desconocimiento casi preocupante para estar en tercero de carrera y a un año de terminar los estudios, que tengo acerca de los recursos disponibles, tanto para los inmigrantes como para los colectivos más desfavorecidos en general. Sinceramente no entiendo porqué en esta carrera tenemos asignaturas como “Cultura Andaluza” o “Teoría e Instituciones Contemporánea de la Educación”, que si bien están para adquirir competencias o formación general, de nada nos sirven a la hora de trabajar con las personas en riesgo de exclusión.

Creo que ya lo he comentado alguna que otra vez, pero sigo pensando que lo primero, (en esta carrera al menos), debería ser enseñarnos a trabajar con las personas más desfavorecidas, tener asignaturas especiales y únicas de intervención con cada colectivo, de habilidades sociales y de técnicas de comunicación verbal y no verbal entre otras, antes que “TICE”, Cultura Andaluza o incluso Política Social, que desgraciadamente tal y como están planteadas, parecen más una forma de salvar un plan de estudios “a lo moderno y progre” antes que preocupadas por dar una formación real e integral en el trabajo y la educación social.

Muchas veces he pensado en documentarme e informarme por mi cuenta, pero sinceramente, dado el volumen de trabajo que se nos exige, los continuos trabajos en grupo a los que tanto temo, y las tareas y tareas que se nos exigen todas las semanas, me resulta imposible, y me da miedo salir el año que viene a la calle y a la vida real, porque cuando empiece a trabajar, tendré en mis manos el bienestar y “la vida” de muchas personas a las que actualmente me siento incapaz de ayudar como me gustaría por esa falta de recursos y en definitiva del “qué hacer” que tengo.

Volviendo al tema de la inmigración, quiero pararme en un dato importante: cuando hablamos de inmigrantes, hablamos de cifras estadísticas, de inmigrantes empadronados “legales”, por así decirlo, pero ¿qué pasa con los cientos y cientos de inmigrantes ilegales? ¿Como no están reflejados en una base de datos no existen, no?

El lunes pasado, en las prácticas de laboratorio de trabajo social comenzamos a hacer un informe social de un caso visto en una película, y el profesor nos dijo, que al hablar de los recursos económicos que poseía la familia, solo podíamos referirnos a aquellos ingresos que podíamos certificar que existían (la familia en cuestión se dedicaba al tráfico de drogas y la venta ilegal de tabaco, y “legalmente” solo podíamos reflejar la existencia de una pensión de viudedad y otra de jubilación).

Me quedé un poco impactada con este tema, pues al igual que con los inmigrantes ilegales, “lo que no está escrito, no existe”, aunque sepamos que sí y sea necesario intervenir desde ahí; desgraciadamente, ante esta realidad “ilegal” nuestra posibilidad de actuación se ve sustancialmente reducida, y obviamente es un gran error al que tenemos que buscarle alternativas de solución centrándonos en el origen del problema, que no se si proviene del intento de evasión de dicha realidad o de un sistema que no refleja ni recoge las verdaderas necesidades de la población del país (que no se qué es peor).

No recuerdo si fue el futuro candidato del PSOE o del PP a la alcaldía de Sevilla, pero hace poco en el periódico, leí que uno de estos dos personajes, le “exigían al comisionado del Polígono Sur una mejora en cuanto a la situación de exclusión del barrio”. Ala, ahí, eso es, no nos echan cuenta cuando pedimos ayudas, subvenciones o más recursos, pero en cuanto se avecinan unas elecciones en las que cualquiera de los dos partidos puede hacerse con la alcaldía de la ciudad, bien que se preocupan ahora por todos, incluso por los que tras las elecciones son olvidados de manera increíblemente sencilla y sin miramientos; eso sí, mientras tanto, reivindican unos ideales que ni ellos mismos se creen y se proclaman defensores de los más pobres... cada día me gusta menos la política...

Otro dato (con el que seguro que os reís) viene de la boca de la candidata a la alcaldía de “Los Verdes. Andalucía Ecológica”, señora, que en su amplia experiencia y conocimiento de la desadaptación y la exclusión social, asegura que la mejor forma de erradicar la exclusión y conseguir que los colectivos más desfavorecidos se integren en la sociedad responde a la fórmula: árbol + banco + teatro = fin de la exclusión.

Lo alarmante es que esta señora ha estudiado trabajo social, y defiende como programa de su campaña electoral ante la exclusión la necesidad de poner más zonas verdes y bancos en la vía pública (para evitar el consumismo al que nos vemos obligados por tener que reunirnos con los amigos en un bar para vernos), así como la implantación de museos y teatros por doquier como método buenísimo y “super” eficaz para que “los pobres y excluidos” se integren con “los normales” y vean como tienen que comportarse. Qué miedo por Dios.

Ante este tipo de situaciones ¿qué podemos hacer? Si esta gente nos gobierna, y estas son sus propuestas, ¿qué pretenderán hacer con los inmigrantes y más aún, con los inmigrantes ilegales, por Dios?

En fin, será que estamos en época de campaña y me indigno ante las cosas que escucho pero basta de hablar ya de política, y más si dicha política apenas hace nada por las personas.

Al tratar con inmigrantes, se me ocurre que la mejor forma de intervención sería actuar a través de los factores de riesgo de exclusión. Hemos dicho muchas veces que una persona no está en riesgo por una sola causa, sino por un conjunto de situaciones que se interconectan entre sí, y en el caso de los inmigrantes, dichas situaciones se refieren sobre todo a la soledad, el desconocimiento de la cultura, el lenguaje, el desarraigo y la falta de redes de apoyo, la precarización laboral, la falta de atención social, y un largo etcétera que traen los ya conocidos problemas de exclusión, empleo, vivienda, participación social y demás.

Por eso creo que la intervención que plantearon mis compañeras es bastante adecuada, y creo que con este colectivo precisamente, se están haciendo las cosas bastante bien dentro de las posibilidades que nuestro gobierno nos permite con los recursos que nos dan. Es esperanzador saber que muchas asociaciones atienden a los inmigrantes ilegales sin preguntar por ningún papel, y lo hacen desde el respeto y la dignidad que como personas se merecen, y creo que los talleres prelaborales, de aprendizaje del idioma, y el trabajo en grupo para crear redes de apoyo es muy positivo con este colectivo que está tan desamparado.

Sin embargo, aún nos queda mucho por hacer y mientras la sociedad no cambien su idea de que “el que está vendiendo pañuelos en un semáforo es porque quiere”, la inclusión e integración social seguirá costando muchísimo, y nosotros, como trabajadores y educadores sociales, debemos ser una parte activa en el cambio de esa visión.

No podemos seguir esperando a que los políticos nos ayuden altruistamente, debemos presionar y luchar por los intereses de un colectivo que no tiene ni voz ni voto (y nunca mejor dicho), y como propusieron mis compañeros, una buena forma e hacerlo sería luchar por la creación y puesta en marcha de un programa de actuación propio en materia de inmigración como soporte que nos respaldara en nuestras actuaciones, para así y así no tener que estar esperando la “buena voluntad” y colaboración de otros.