jueves, 16 de junio de 2011

Un paseo para recordar...

Jueves, 16 de junio de 2011

Y TERMINÓ TERCERO...

Llegó la hora... el curso se acaba, ya solo queda un año, si lo pensamos bien, dos períodos más de agobiantes exámenes y seremos libres... En primer lugar, libres de esta Universidad que tanto nos ha desmotivado en muchas ocasiones, pero también libres para decidir, libres para trabajar por los demás, libres para llevar a cabo nuestros proyectos y nuestros deseos en la vida.

Es hora de recapitular, y de echar la vista atrás a lo que parecía que no llegaría nunca, el final de curso; es hora de despedir el blog como asignatura de intervención socioeducativa y ver qué ha pasado en este año.

Lo primero que tengo que decir, es que estoy sorprendida de mí misma por haber conseguido sacar adelante el blog; ya el año pasado tuve una experiencia similar con otra asignatura que no salió demasiado bien, más que nada porque no encontraba ninguna motivación ni nada por lo que escribir. Tenía el miedo de que este año las cosas fueran por el mismo camino pero decidí no dejar pasar los días sin escribir nada, y una vez que empecé a hacerlo, le fui encontrando “el gusto”, sobre todo al ver que mi trabajo se leía y se corregía; que no pasaba de largo.

Esta asignatura me intrigó bastante desde que empezó el curso, pero no guardé muchas esperanzas, porque ese mismo sentimiento lo había tenido en anteriores ocasiones y la materia se enfocó tan sumamente mal, que nos desmotivó muchísimo al ver que podríamos haber aprendido grandes cosas con otra metodología de trabajo. Sin embargo, en el caso de intervención, el hecho de hacernos reflexionar sobre lo que veíamos y más aún, el hecho de haber visto POR PRIMERA VEZ y de forma separada, cada uno de los colectivos con los que podemos trabajar, sus características, sus peculiaridades, su historia, y demás, ha sido increíble.

Increíble porque me ha abierto las puertas a cosas desconocidas para mí y me ha ayudado a comprender la realidad en su amplio abanico de posibilidades, entendiendo que una buena intervención, no se basa en solucionar un caso en concreto, sino que solo es la “punta del iceberg”; creo que ese es uno de los aprendizajes más importante que me llevo de este curso, el saber que no existen problemas estancos, con un principio y un fin, sino que todo está conectado. Lo único que elegimos como profesionales es por donde empezar a intervenir, pero nada más; no podemos quedarnos es un aspecto, pues nuestra intervención no habrá servido de nada, las personas son seres con una dimensión física, psicológica y social, y es necesario abordar las tres para que nuestra intervención pueda dar algún fruto y la persona pueda reinsertarse y rehabilitarse en la sociedad.

Echándole un vistazo a las entradas que he ido realizando en este curso, he podido apreciar una evolución en mis conocimientos y más allá incluso, en mi forma de ver la vida y mi trabajo como profesional. He pasado por momentos en los que pensaba que iba a poder con el mundo entero, otras veces me he desilusionado al ver que teníamos las manos atadas con lo poco que nos dejaban hacer, he sentido rabia, frustración, decepción, pero también esperanza, ilusión y ganas de propiciar un cambio. Todo ello creo que me ha hecho crecer y madurar, dejar de pensar que todo es fantástico y darme cuenta de toda la “mierda” a la que voy a tener que enfrentarme, pero: Lo siento, eso no va a poder conmigo.

Creo que en este curso, he aprendido a conocer las reglas del juego, a saber de qué dispongo y de qué no, y por supuesto, a hacer con lo poco que tengo, la mejor intervención posible, con y para las personas, no sobre ellas.

He aprendido a valorar la perspectiva preventiva, sobre todo con los menores conflictivos, he aprendido a “parchear”, a no estereotipar, a comprender que cada persona es única, y por tanto que cada una verá su vida y sus problemas de forma única, por lo que la empatía es una condición indispensable para ayudarla; por ser profesionales no somos mejores, la persona, directa o indirectamente siempre nos va a decir qué es lo que en el fondo necesita, solo tenemos que aprender a escuchar.

Pero también es necesario cambiar la mentalidad de la sociedad, intervenir con los que creen que nada necesitan, porque son los peores, son los que perpetúan este sistema y caen en el individualismo extremo, que no casa en absoluto con una sociedad y con un ser humano que es social, y que está hecho para vivir con otros y por tanto preocuparse por ellos.

Nos enfrentamos a la falta de delimitación profesional, a la falta de coordinación entre profesionales, a suplir las funciones de otros y a que las propias nuestras se pisen, pero lo que no nos puede faltar es la ilusión, la ilusión y la esperanza utópica en que las cosas son posibles, en que si queremos, podemos.

Sin embargo, corremos el peligro de involucrarnos tanto que, como ya nos dijo Jose en primero de carrera, acabemos quemados de nuestro trabajo, hartos de que no parezca que lo que hacemos no sirve de nada, y este pensamiento (que me preocupaba mucho), también ha encontrado una respuesta en este año, y es que “nosotros no salvamos a nadie, son las personas las que se salvan solas”; nunca lo podemos olvidar, nosotros lo único que podemos hacer es mostrarle la puerta, es la persona la que tiene que decidir si cruzarla o no, y muchas veces no lo harán, pero no podemos dejar de abrir esas puertas, aunque solo sea por aquellos que vendrán y decidirán cruzar.

No puedo finalizar el blog, sin hablar de la intervención, de cómo he aprendido a intervenir en este curso, y sinceramente, me ha parecido sumamente enriquecedor el ir viendo poco a poco los tipos de intervención que podríamos plantear con los diferentes colectivos, pero si me tuviera que quedar con algo, sería con la frase de “si se cae, te agachas y lo palpas”.

Cada vez que me acuerdo de esa frase, se me mueve algo por dentro y gracias a ella he entendido, que si queremos arreglar problemas, no podemos ir de profesionales por la vida, simplemente tenemos que ser personas, “padre y madre” de cada uno de los que vayamos a ayudar, y hacer lo mismo que esa señora, que solo pensó en el bien superior de su hijo y en hacerlo autónomo, y como ella, debemos pensar por encima de todo en los demás y en qué es lo mejor para ellos, antes que pensar en nosotros o en el reconocimiento profesional que vayamos a alcanzar. Tenemos que humanizar aún más nuestra disciplina de trabajo, empezando desde ya, sacar la parte sensible sin dejar que nos hunda todo lo malo que tiene.

Hace poco, mi compañera Elvira dijo: “Nuestro buen humor es la muestra de que esta realidad no ha podido con nosotros”, y tiene toda la razón del mundo. Llevamos ya tres años viendo cosas horribles que se le hacen al ser humano, y seguimos aquí, con ganas, tenemos una conciencia social clara y unos principios definidos, luchamos por lo que creemos que es justo, y lo mejor de todo es que no nos quemamos, intentamos verlo todo de forma optimista, con buen humor, que es la clave de nuestro futuro. Cuando empecemos a trabajar, tenemos que recordar esta época, en la que esta realidad no podía con nosotros, y sacar nuestra mejor cara y nuestra mejor sonrisa, incluso en el momento en el que no podamos más, tenemos que hacerlo por la gente que sigue creyendo en nosotros.

Hasta aquí, este curso y esta asignatura, gracias por habernos enseñado a madurar y perfeccionar nuestra visión de la educación social.

Elena.

miércoles, 15 de junio de 2011

La última exposición de clase...

Miércoles, 1 de junio de 2011


INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA CON PERSONAS VÍCTIMAS DE TRATA CON FINES DE EXPLOTACIÓN SEXUAL.

Estamos ya a final de curso, el último empujón que se dice, y toca ir finalizando con el blog de la asignatura... hoy, terminaré las exposiciones grupales que hemos tenido durante todo este segundo cuatrimestre, hablando del tema de la trata; perdón si me repito en mis ideas, o suenan a “más de lo mismo”, pero incluso a mi me da la sensación de que ha llegado un punto en que las intervenciones que propongo, o las reflexiones que me salen son “más de lo mismo”, aunque a mi me salgan “nuevas” para cada colectivo.

Empecemos encuadrando al colectivo: ¿qué es la trata? Mi compañera Jill la definió siguiendo lo establecido en el Protocolo de Palermo y definiendo la trata como:

[...] “la captación, transporte, traslado, acogida o recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esta explotación incluirá como mínimo, la explotación sexual, los trabajos o los servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre por deudas o la extracción de órganos”.

Protocolo de Palermo.

“Ahí es ná”; en apenas seis líneas se ha metido de todo, abusos, explotación sexual, extracción de órganos, servicios forzados, esclavitud, y como la propia definición dice, “como mínimo”, solo será eso.

El tema de la trata de personas me dio mucho “agobio” durante la exposición; no podía dejar de pensar en que mientras nosotros estábamos ahí sentados, alguien, en algún sitio, estaba siendo violada, sufriendo agresiones o abusos, a alguien quizás incluso le estuvieran dando muerte para sacarle los órganos... Pero lo peor, lo peor de todo sin duda alguna para mí, fue enterarme de que la trata era la tercera forma más utilizada y más lucrativa en el mundo entero... FLIPA.

¿Por qué no sabíamos eso ya? No hablo de la carrera, hablo de la vida, ¿por qué nadie nunca nos lo ha contado, al igual que por ejemplo sabemos que los niños en África se mueren de hambre? A mi, lo de los niños de África mi madre si que me lo contaba, ¿por qué esto no? Respuesta difícil y a la vez fácil de entender: muy poca gente lo sabe.

Los gobiernos, las mafias, la corrupción en general lo permite, ¿por qué? Porque es la tercera forma más lucrativa a nivel mundial, y no solo eso, sino que las personas de las que se aprovechan, son personas que ni siquiera saben donde están metidas; son los últimos de los últimos, personas que pierden su identidad y a las que nadie reclama, ni ellas mismas se reclaman a sí mismas siquiera... Una vez más en esta carrera y ante situaciones como estas, terminas perdiendo la esperanza en las personas (al menos el un determinado tipo), y terminas casi odiando a esta sociedad en exceso individualista que no se preocupa por nada ni por nadie.

La verdad es que después de todo lo que Jill nos contó, me gustaría trabajar en un futuro en este ámbito con el objetivo de sacar a las víctimas de su situación, claro está, pero también para “pillar” a las personas que les hacen esas atrocidades y sobre todo, contarle a la gente lo que está pasando, el problema que existe y al que nadie le echa cuenta, decirlo y decirlo bien alto, porque no es justo, ¡para nadie!, tener que vivir así...

En fin, no quiero extenderme mucho ni acabar diciendo lo mismo de siempre, solo una última cosa, sé que una de las líneas del blog es proponer una intervención con el colectivo, pero en este tema me parece en exceso complicado; yo siempre he propuesto intervenciones a nivel individual y/o grupal, como mucho con el contexto próximo al individuo, pero en este tema creo que lo primordial es la intervención comunitaria.

La situación en la que las víctimas se encuentran además de desconocida es atroz, y a nadie parece importarle, y así no tiene sentido que se propongan actuaciones individuales, porque sin apoyo, sin redes, no somos nadie.

Para empezar, creo que el principal error que se ha cometido ha sido el de meter en un mismo saco a personas que sufren abusos sexuales, maltrato, muerte por extracción de órganos, esclavitud, etc., bajo el nombre de “víctimas de trata” solo por el hecho de que son raptadas y trasladadas a la fuerza; que si, que me parece estupendo que se le llame a eso “la trata”, pero la trata ¿de que? Lo primero de lo que yo me encargaría como ya he dicho es de dar a conocer el fenómeno; cuando la gente responda a ello, seguiría por diferenciar, y separar según el destino que le espere a la víctima el tipo de trata de la que estamos hablando y una vez en ese punto, me pondría a trabajar.

Formaría equipos de trabajo para cada subgrupo de los anteriormente especificados, cada uno especializado de un “tipo de trata” diferente, pero al fin y al cabo trata, y con cada grupo trabajaría desde unas pautas diferentes, según el perfil de las víctimas y demás; por otro lado, cada cierto tiempo convocaría reuniones entre los equipos pues como ya he dicho también miles de veces, uno de los problemas que tenemos es que no nos coordinamos entre nosotros, y en este tema al menos, lo veo muy importante, pues los traficantes de personas, no hacen esa distinción operativa que yo he hecho “según tipos de trata” sino que para ellos va todo al mismo saco, pues no les importa nada, absolutamente nada.

Creo que son necesarios muchos pasos previos en este tema, pues no está tan investigado, definido, ni conocido como con otros colectivos que ya hemos visto y donde las actuaciones podían estar más claras.

Una vez más, cierro mi exposición con la ya conocida frase: “de lo que no se habla, no existe”, pues es la base que me sirve a mí para comenzar todas mis reflexiones y propuestas, enraizada en la necesidad de hacer que todas las personas, “existan”.

domingo, 12 de junio de 2011

-EXPOSICIÓN DE CLASE-

Miércoles, 25 de mayo de 2011.


INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA CON PERSONAS AUTISTAS

El autismo es un trastorno de comunicación y de las relaciones, entendiendo trastorno como una alteración de los procesos cognitivos y afectivos del desarrollo.

“Ser autista es un modo de ser, aunque no sea el normal”

El trastorno de espectro autista nos indica que existe una gran variabilidad en la expresión del autismo, y el cuadro clínico de este trastorno no es uniforme ni está absolutamente demarcado, oscilando en un espectro de mayor o menor afectación.

A las personas autistas les es muy difícil aprender el lenguaje y comunicarse con los demás, por lo que sus relaciones sociales se ven muy deterioradas; no hay una conexión entre el lenguaje, el pensamiento y los sentimientos, por lo que la comprensión de las emociones y las respuestas afectivas, se ven muy afectadas.

A mi particularmente, este trastorno, me resulta muy interesante y como ya he dicho en otras ocasiones “me mueve” el trabajar y ayudar a este tipo de personas. En mi vida diaria, intento siempre hacer uso de mi empatía para solucionar los problemas que se me pueden presentar, entender a los demás e intentar ayudarlos de la mejor manera posible, pero esa capacidad de empatía, se ve truncada al hablar de personas autistas.

Al pensar en este colectivo, lo primero que se me viene a la cabeza es: qué es lo que sentirá una persona con autismo, cómo verá el mundo, qué pensamiento y que mundo interior tendrá; y lo llamativo y a la vez frustrante de esto es que no lo sabemos. Por desgracia, ninguna persona con este trastorno es capaz de explicarte cómo vive su mundo interior, qué cosas son importantes para él y cuales no, obviando de por sí el hecho de que existen distintos grados de autismo que pueden vivirse de forma completamente diferente.

Así pues, estamos interviniendo con personas de las que no podemos saber más de lo que ellas son capaces de transmitirnos acerca de cómo se sienten o qué necesitan, y con estas limitaciones es muy difícil mejorar nuestra intervención; lo único que podemos hacer es experimentar anhelando dar con la tecla mediante el ensayo-error.

Este tema me ha hecho pensar en algo. Las relaciones sociales de las personas como seres sociales, casi siempre están basadas en la experimentación. Experimentamos cosas que nos gustan, otras que no, y esas cosas, las hacemos extensibles a los demás, presuponiendo y confirmando (gracias al lenguaje), que los demás son capaces de sentir y pensar sobre el mundo que les rodea de la misma forma que nosotros; así, podemos ponernos en el lugar del otro con facilidad, pues sabemos que las experiencias que nosotros hemos tenido también han sido percibidas por ellos de la misma manera.

Desde esa “psicología social” nos movemos, y nuestro trabajo (además de un cuerpo teórico), tiene esa dimensión empática que también es muy importante, pues si no fuésemos capaces de sentir lo que sienten los demás, si no supiéramos que podemos extrapolar nuestras experiencias a las cosas que sienten y piensan los otros, quizás no habría trabajo social, y es más, quizás no habría relaciones sociales ni sentimientos de pertenencia a nada, pues seriamos seres puramente individuales incapaces de sentir o empatizar con el resto del mundo.

Después de intentar poner en pie (cosa que no se si he logrado) ese pensamiento, surge la pregunta obligada: ¿Y las personas con autismo? ¿Qué hacemos con ellas? No sabemos como piensan, qué les gusta, que no, que es más importante para ellos, que quieren en sus vidas, cómo perciben el mundo... ¿Cómo trabajamos con ellos? La dificultad aquí está en que no los conocemos en su “psique”, apenas sabemos nada porque no podemos extrapolar nuestros gustos y vivencias a los suyos porque no viven la realidad de la misma forma que nosotros...

Es muy frustrante darte cuenta de que lo único que vas a poder hacer es intentarlo y seguir intentándolo, sin estar seguro al 100% de que estás haciendo las cosas bien o de que podrías mejorar en muchos aspectos, los cuales desconoces por esa falta de comunicación “real”.

Partiendo pues de esta base, intentando ser optimistas, y conociendo nuestras limitaciones, ¿qué podemos hacer para intervenir con este colectivo? Las respuestas salen solas: individuos y familia. Son los dos ámbitos principales de actuación; es lo primordial, y cuando esto se consiga, también podríamos abordar las relaciones sociales del individuo con su medio, pero solo al haber profundizado en la intervención individual y familiar.

El autismo se detecta en la infancia temprana, cuando el niño empieza a tener comportamientos fuera de lo normal y no se relaciona con sus padres y con el entorno como cualquier otro niño; aquí es tarea de los padres preocuparse por su hijo y llevarlo al médico, que será el que informe a los padres de la situación; esta primera actuación es muy importante, y el medico deberá derivar a un educador/trabajador social que será el que informe a los padres más exhaustivamente de lo que el autismo supone, haciendo hincapié en la necesidad de que los padres reconozcan dicho trastorno (muchos no lo hacen), de forma que asegure el bienestar de su hijo y éste pueda acceder a una intervención adecuada a sus necesidades.

Si el autismo no se reconoce, el niño no podrá desarrollar sus potencialidades ni se adaptará nunca al medio. No podemos vivir una mentira, tenemos que enfrentarnos a la realidad y vivir de la mejor forma posible con ella.

Una vez que es reconocido el trastorno autista, lo primero es trabajar con el niño el lenguaje y la comunicación; aunque no sabemos como funcionan los procesos mentales de los autistas, si sabemos (mediante la observación), que un niño al que se le ha potenciado el lenguaje desde pequeño se comunica mejor que otros que no lo han hecho y es capaz de relacionarse mejor con sus padres y su entorno.

También se puede trabajar con él los colores como forma de estimulación, las formas geométricas y la psicomotricidad del cuerpo. Una vez que todo eso se haya alcanzado, podría pasarse a la concepción del bien y del mal, lo que se debe hacer y lo que no, y algunas normas sociales básicas, siempre teniendo en cuenta la capacidad del menor y hasta donde puede llegar.

Por otra parte, con la familia debe trabajarse desde cero, y lo primero es la formación sobre qué es el autismo, qué le pasa a su hijo, que posibilidades tiene, sus limitaciones y sus potencialidades, para que una vez formados, podamos empezar a trabajar sobre cómo educar a su hijo, como tratarlo, qué hacer cuando el niño se descontrole, poner a la familia en contacto con asociaciones o entidades que puedan servirles de redes sociales, colegios con educación especializada para personas con autismo, y todas las actuaciones que se nos ocurran.

En este campo de intervención es fundamental la empatía y la formación mediante lo poco que hay investigado sobre el autismo, pero sobre todo, lo más importante es tener ganas de ayudar a estas personas, creatividad, paciencia y buena voluntad.

viernes, 3 de junio de 2011

EXPOSICIÓN DE CLASE

Miércoles, 18 de mayo de 2011

INTERVENCIÓN EDUCATIVA CON PERSONAS QUE SUFREN ADICCIÓN A LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

El término adicción, a menudo se ha relacionado con las adicciones a sustancias y con el daño físico que dichas sustancias ocasionan en el cuerpo humano, sin tener en cuenta el factor psicológico, que también está presente en ellas, pero a la vez puede ser motivo de otras adicciones, esta vez psicológicas, caracterizadas porque para su aparición, no es necesaria la existencia de una sustancia determinada, sino que más bien hace referencia a un comportamiento descontrolado en la conducta del individuo para la obtención de placer.

Este es el caso de la adicción a las nuevas tecnologías, que puede ser considerada como una enfermedad de tipo psicológico perfectamente. La línea entre el uso y el abuso de las nuevas tecnologías es muy fina, y aún más lo es entre el abuso y la dependencia y adicción, llegando esta última a caracterizarse por la pérdida del control en la persona de su propia conducta.

Objetivamente, cualquier persona con acceso a las nuevas tecnologías puede convertirse en adicto a ellas, aun así existen una serie de factores de riesgo, como son:

- Carencias psicológicas primarias (falta de relaciones y objetivos)

- Dificultades en las relaciones interpersonales

- Pobreza de habilidades sociales

- Timidez

- Soledad

- Carencia de autoestima

- Género y edad


Creo que como presentación de este colectivo de personas adictas a las nuevas tecnologías, no es necesario decir mucho más, pues es ampliamente conocido por todos, pero antes de pasar a las formas de intervención, una última anotación: la diferencia entre nativo digital e inmigrante digital, entendiendo al primero como una persona inmersa desde la infancia en las nuevas tecnologías, y a la segunda como una persona que durante su vida ha visto el avance tan rápido que han tenido las nuevas tecnologías, pero no se ha terminado de adaptar a ellas. La diferencia entre estas dos personas genera lo que se conoce como brecha digital.

Personalmente, creo que no se le da mucha importancia a este tema, pues los inmigrantes digitales, no ven el riesgo que las nuevas tecnologías pueden tener sobre la población más joven. La brecha digital no es “una cosa de risa”, aunque a veces nos haga gracia que nuestros abuelos nos pregunten como se llama por teléfono con un móvil; detrás de eso, existe un desconocimiento de la adicción que las nuevas tecnologías pueden generar en una población que no tiene muy definidas ni su personalidad ni sus expectativas en la vida, y que está menos experimentada y es menos madura que la población de “inmigrantes digitales”. Por eso muchas veces, los propios padres no le dan importancia a que sus hijos se pasen las horas jugando a la consola, o enganchados al ordenador y a las redes sociales.

Como forma de intervención creo que es muy importante que se empiece por la educación de adultos. La adicción a las nuevas tecnologías puede desembocar en una ludopatía severa por la necesidad de jugar para sentir placer, y si ese hecho no se controla desde la infancia, será muy difícil hacerlo cuando el niño ya sea un adolescente o joven. La educación de los padres en los riesgos que las nuevas tecnologías llevan consigo es un aspecto a trabajar muy importante, informándoles de qué significa el término, dándole claves para detectarlo y enseñándoles qué recursos, asociaciones o medios tienen a su disposición si la conducta del niño se descontrola.

Este campo de la adicción a las nuevas tecnologías es algo muy nuevo todavía y queda mucho por descubrir y experimentar. Nuestra generación tiene “la suerte” de haberse visto inmersa en esa nueva era informática no desde la infancia, sino desde la adolescencia aproximadamente, con lo cual hemos conocido otra cosa, sabemos qué es vivir sin tecnología pero también sabemos el daño que puede hacer el abuso de las mismas; estamos en un punto intermedio en el que no somos nativos digitales ni tampoco inmigrantes, y podemos hacer muchas cosas para prevenir e intervenir en este ámbito, siendo en enlace entre los padres y los hijos y la vía de comunicación (en este campo) entre unos y otros.

Además de esta educación a los padres, también propondría como forma de intervención la “educación en nuevas tecnologías” a los chavales en los colegios e institutos, enseñándoles a utilizar por ejemplo un ordenador, pero también advirtiendo de los peligros que entraña el hacerse miembro de una red social, enseñándoles a proteger su identidad o qué contenidos pueden mostrar y cuales no.

Así mismo, les propondría a los colegios el uso responsable de los ordenadores (también los regalados por la Junta de Andalucía) y las aulas de informática, y el fomento en la escuela de las actividades de ocio y tiempo libre, animando a los niños a realizar actividades o competiciones deportivas por la tarde que sirvieran de excusa para salir de su casa y de los juegos de ordenador o consola que tienen a su disposición, utilizando una forma de comunicación sana y fomentando las relaciones sociales personales entre ellos.

Para todas estas actuaciones, debería entrar en acción el trabajo y la educación social, intentando cubrir los vacíos que existen en este ámbito tan nuevo, preocuparse por los posibles casos de intervenciones terapéuticas (que deberían ser derivadas), y encargándose de la prevención y la reeducación (competencias de la educación social), y de la intervención y la reinserción (competencias del trabajo social), atendiendo especialmente a la población adolescente y menor de edad.



“No han de demonizarse las herramientas tecnológicas, pues si se hace un uso responsable y controlado, nos ofrecen múltiples ventajas facilitándonos la vida en general”.