domingo, 12 de junio de 2011

-EXPOSICIÓN DE CLASE-

Miércoles, 25 de mayo de 2011.


INTERVENCIÓN SOCIOEDUCATIVA CON PERSONAS AUTISTAS

El autismo es un trastorno de comunicación y de las relaciones, entendiendo trastorno como una alteración de los procesos cognitivos y afectivos del desarrollo.

“Ser autista es un modo de ser, aunque no sea el normal”

El trastorno de espectro autista nos indica que existe una gran variabilidad en la expresión del autismo, y el cuadro clínico de este trastorno no es uniforme ni está absolutamente demarcado, oscilando en un espectro de mayor o menor afectación.

A las personas autistas les es muy difícil aprender el lenguaje y comunicarse con los demás, por lo que sus relaciones sociales se ven muy deterioradas; no hay una conexión entre el lenguaje, el pensamiento y los sentimientos, por lo que la comprensión de las emociones y las respuestas afectivas, se ven muy afectadas.

A mi particularmente, este trastorno, me resulta muy interesante y como ya he dicho en otras ocasiones “me mueve” el trabajar y ayudar a este tipo de personas. En mi vida diaria, intento siempre hacer uso de mi empatía para solucionar los problemas que se me pueden presentar, entender a los demás e intentar ayudarlos de la mejor manera posible, pero esa capacidad de empatía, se ve truncada al hablar de personas autistas.

Al pensar en este colectivo, lo primero que se me viene a la cabeza es: qué es lo que sentirá una persona con autismo, cómo verá el mundo, qué pensamiento y que mundo interior tendrá; y lo llamativo y a la vez frustrante de esto es que no lo sabemos. Por desgracia, ninguna persona con este trastorno es capaz de explicarte cómo vive su mundo interior, qué cosas son importantes para él y cuales no, obviando de por sí el hecho de que existen distintos grados de autismo que pueden vivirse de forma completamente diferente.

Así pues, estamos interviniendo con personas de las que no podemos saber más de lo que ellas son capaces de transmitirnos acerca de cómo se sienten o qué necesitan, y con estas limitaciones es muy difícil mejorar nuestra intervención; lo único que podemos hacer es experimentar anhelando dar con la tecla mediante el ensayo-error.

Este tema me ha hecho pensar en algo. Las relaciones sociales de las personas como seres sociales, casi siempre están basadas en la experimentación. Experimentamos cosas que nos gustan, otras que no, y esas cosas, las hacemos extensibles a los demás, presuponiendo y confirmando (gracias al lenguaje), que los demás son capaces de sentir y pensar sobre el mundo que les rodea de la misma forma que nosotros; así, podemos ponernos en el lugar del otro con facilidad, pues sabemos que las experiencias que nosotros hemos tenido también han sido percibidas por ellos de la misma manera.

Desde esa “psicología social” nos movemos, y nuestro trabajo (además de un cuerpo teórico), tiene esa dimensión empática que también es muy importante, pues si no fuésemos capaces de sentir lo que sienten los demás, si no supiéramos que podemos extrapolar nuestras experiencias a las cosas que sienten y piensan los otros, quizás no habría trabajo social, y es más, quizás no habría relaciones sociales ni sentimientos de pertenencia a nada, pues seriamos seres puramente individuales incapaces de sentir o empatizar con el resto del mundo.

Después de intentar poner en pie (cosa que no se si he logrado) ese pensamiento, surge la pregunta obligada: ¿Y las personas con autismo? ¿Qué hacemos con ellas? No sabemos como piensan, qué les gusta, que no, que es más importante para ellos, que quieren en sus vidas, cómo perciben el mundo... ¿Cómo trabajamos con ellos? La dificultad aquí está en que no los conocemos en su “psique”, apenas sabemos nada porque no podemos extrapolar nuestros gustos y vivencias a los suyos porque no viven la realidad de la misma forma que nosotros...

Es muy frustrante darte cuenta de que lo único que vas a poder hacer es intentarlo y seguir intentándolo, sin estar seguro al 100% de que estás haciendo las cosas bien o de que podrías mejorar en muchos aspectos, los cuales desconoces por esa falta de comunicación “real”.

Partiendo pues de esta base, intentando ser optimistas, y conociendo nuestras limitaciones, ¿qué podemos hacer para intervenir con este colectivo? Las respuestas salen solas: individuos y familia. Son los dos ámbitos principales de actuación; es lo primordial, y cuando esto se consiga, también podríamos abordar las relaciones sociales del individuo con su medio, pero solo al haber profundizado en la intervención individual y familiar.

El autismo se detecta en la infancia temprana, cuando el niño empieza a tener comportamientos fuera de lo normal y no se relaciona con sus padres y con el entorno como cualquier otro niño; aquí es tarea de los padres preocuparse por su hijo y llevarlo al médico, que será el que informe a los padres de la situación; esta primera actuación es muy importante, y el medico deberá derivar a un educador/trabajador social que será el que informe a los padres más exhaustivamente de lo que el autismo supone, haciendo hincapié en la necesidad de que los padres reconozcan dicho trastorno (muchos no lo hacen), de forma que asegure el bienestar de su hijo y éste pueda acceder a una intervención adecuada a sus necesidades.

Si el autismo no se reconoce, el niño no podrá desarrollar sus potencialidades ni se adaptará nunca al medio. No podemos vivir una mentira, tenemos que enfrentarnos a la realidad y vivir de la mejor forma posible con ella.

Una vez que es reconocido el trastorno autista, lo primero es trabajar con el niño el lenguaje y la comunicación; aunque no sabemos como funcionan los procesos mentales de los autistas, si sabemos (mediante la observación), que un niño al que se le ha potenciado el lenguaje desde pequeño se comunica mejor que otros que no lo han hecho y es capaz de relacionarse mejor con sus padres y su entorno.

También se puede trabajar con él los colores como forma de estimulación, las formas geométricas y la psicomotricidad del cuerpo. Una vez que todo eso se haya alcanzado, podría pasarse a la concepción del bien y del mal, lo que se debe hacer y lo que no, y algunas normas sociales básicas, siempre teniendo en cuenta la capacidad del menor y hasta donde puede llegar.

Por otra parte, con la familia debe trabajarse desde cero, y lo primero es la formación sobre qué es el autismo, qué le pasa a su hijo, que posibilidades tiene, sus limitaciones y sus potencialidades, para que una vez formados, podamos empezar a trabajar sobre cómo educar a su hijo, como tratarlo, qué hacer cuando el niño se descontrole, poner a la familia en contacto con asociaciones o entidades que puedan servirles de redes sociales, colegios con educación especializada para personas con autismo, y todas las actuaciones que se nos ocurran.

En este campo de intervención es fundamental la empatía y la formación mediante lo poco que hay investigado sobre el autismo, pero sobre todo, lo más importante es tener ganas de ayudar a estas personas, creatividad, paciencia y buena voluntad.

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